Es cualquier acción o conducta que, causa muerte, daño o sufrimiento físico, sexual, psicológico o afectación económica-patrimonial, a las mujeres afroperuanas.
La violencia contra las mujeres afroperuanas se expresa mayormente a través de la violencia psicológica, manifestada a través del acoso sexual o insultos con un contenido racista y sexista, lo que afecta su autoestima y vulnera sus derechos humanos.
El documento del MIMP (2014), denominado “Afroperuanas. Situación y marco legal de protección de sus derechos”, explica el carácter racial de esta modalidad de violencia expresada en estereotipos y discriminación, en relación con sus cuerpos, por ejemplo “en los medios de comunicación donde aparecen hiper-sexualizadas o en roles sexuados como sirvientas (…) en selección para el mercado de trabajo”[1].
En esa misma línea, otro documento elaborado por el Ministerio de Cultura y GRADE, denominado Estudio Especializado sobre Población Afroperuana (2015), señala que la mujer afroperuana experimenta tres clases de discriminación a la vez: por género, por raza y por clase. Esta violencia está siempre asociada a dos elementos: su cuerpo o su color de piel, “se expresa especialmente a través del insulto racista cargado del prejuicio de hipersexualidad hacia ellas y de las agresiones sexuales, especialmente bajo la idea de la predisposición sexual”[2].
En el ámbito escolar, tanto como en el familiar, se halla evidencia de discriminación y violencia hacia la población afroperuana, inclusive de manera diferenciada si se separa el caso de las mujeres afroperuanas. El estudio de GRADE menciona que las personas agresoras son principalmente compañeros de clase, quienes insultan o se burlan de las y los alumnos afroperuanas/os en base a su “raza” y color de piel, lo que ha sido calificado como “bullying racista”. Este acoso en el caso de las afroperuanas, se enfoca en la negación de su belleza y distinguiendo los rasgos físicos en forma despectiva; siendo muchas veces validado por el personal docente.
En ese sentido, el MIMP señala que, “la jerarquización social del color de la piel también ha tenido consecuencias transgeneracionales de acumulación de desigualdades y desventajas sociales particularmente para las niñas, las jóvenes, las mujeres y las adultas mayores afroperuanas, obstaculizando su ejercicio de derechos humanos y ciudadanos”[3], siendo uno de sus efectos la violencia de género.