Durante situaciones de conflicto armado se incrementa la violencia de género contra las mujeres, presentándose de esta manera una suerte de polarización de los roles de género. La más clara manifestación de esta violencia de género contra las mujeres se dio en el marco del conflicto armado interno ocurrido en el Perú entre los años 1980 y 2000, en el que los agresores fueron integrantes de los grupos subversivos, pero también agentes del Estado, donde se cometieron actos de violencia sexual y abuso contra mujeres (fundamentalmente violaciones sexuales además de embarazos forzados y abortos forzados) ocurridos en las zonas de emergencia, como también durante las detenciones y los interrogatorios. Cabe señalar que, aunque en menor medida, también hombres fueron sometidos a violaciones sexuales y diversas formas de ultraje sexual en los interrogatorios[1].
El Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR – 2004)[2], reconoció que la violencia durante el conflicto armado interno afectó a hombres y mujeres de manera diferente, según sus posiciones sociales y los roles de género. Debe entenderse que las situaciones de desigualdad y discriminación, que existían previamente al conflicto, se encuentran presentes en los crímenes y violaciones a los derechos humanos ocurridos en esa época, los cuales por su carácter sistemático y generalizado se han considerado crímenes de lesa humanidad[3].
Asimismo, el Informe reconoce la existencia de violencia basada en género, esto es, violencia dirigida específicamente contra las mujeres, las cuales se han visto afectadas en forma desproporcionada. En este sentido, el Informe de la CVR tiene el mérito de destacar la situación de invisibilidad de la experiencia femenina en el conflicto, dando cuenta de la respuesta de las mujeres frente a la violencia, explicando las estrategias de sobrevivencia que desarrollaron, tanto a nivel individual como en las organizaciones locales.
Durante esta época de conflicto armado interno, se produjo un fenómeno llamado hipermasculinización, entendido como “la agudización del machismo pre existente en nuestra sociedad, que trajo consigo maltrato y sufrimiento en las poblaciones andinas, nos solamente de las mujeres, sino que incrementó la violencia en general. La hipermasculinización, exige sumisión de las mujeres y valor exagerado de parte de los varones, quienes no pueden expresar miedo, debilidad o sufrimiento, lo que también les trae a ellos dolor y frustración”[4].