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Villa el Salvador aprueba Protocolo para abordar la violencia contra las mujeres e integrantes del grupo familiar

Villa el Salvador aprueba Protocolo para abordar la violencia contra las mujeres e integrantes del grupo familiar

La Municipalidad Distrital de Villa El Salvador, aprobó el Protocolo para abordar la violencia contra las mujeres e integrantes del grupo familiar, mediante Ordenanza N° 446-MVES, elaborado por la Instancia Distrital de Concertación de dicho distrito.

El documento tiene como objetivo promover la articulación interinstitucional, así como garantizar una atención eficiente y empática a las mujeres e integrantes del grupo familiar víctimas de violencia.

La propuesta está en armonía con el Protocolo Base de Actuación Conjunta, instrumento de articulación del Sistema Nacional encargado del cumplimiento de las políticas públicas en materia de violencia, de acuerdo con la Ley N° 30364.

Dicho documento considera en nueve secciones, definiciones, orientaciones, procedimientos y funciones que debe asumir cada uno de los/as operadores/as del sistema de justicia y de los servicios de protección social del Estado, a fin de garantizar una atención integral y oportuna para las víctimas de violencia.

En la elaboración de la propuesta han participado operadores de justicia y servicios de la violencia, autoridades, representantes de organizaciones de base y la cooperación internacional.

La Instancia Distrital de Concertación de Villa El Salvador fue creada mediante Ordenanza N° 407-MVES, de fecha 12.04.2019, y es un espacio interinstitucional de articulación y coordinación para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres e integrantes del grupo familiar que tiene como responsabilidad elaborar, implementar, monitorear y evaluar las políticas públicas encargadas de combatir la violencia contra las mujeres y los integrantes del grupo familiar a nivel distrital y promover el cumplimiento de la ya mencionada Ley N° 30364 y su Reglamento.

DOCUMENTO ORDENANZA
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Violencia económica poco visible siempre presente

violencia económica

El Observatorio Nacional de la Violencia contra las Mujeres y los Integrantes del Grupo Familiar, presentó los resultados del estudio Violencia económica y patrimonial, una modalidad de violencia que pasa desapercibida en las relaciones personales y familiares, pero que afecta la vida de muchas mujeres, niños, niñas, adolescentes, personas con discapacidad y personas adultas mayores.
La violencia económica es un tipo de violencia definida por la Ley 30364, como la acción u omisión que causa menoscabo en los recursos económicos o patrimoniales de cualquier persona. Esta se presenta de diferentes maneras:

  • Perturbación de la posesión, tenencia o propiedad de los bienes de la persona afectada.
  • Pérdida, sustracción, destrucción, retención o apropiación indebida de bienes o derechos patrimoniales.
  • Limitación de los recursos económicos destinados a satisfacer necesidades.
  • Evasión del cumplimiento de las obligaciones alimentarias.
  • Limitación o control de los ingresos.
  • Percepción de un salario menor por igual tarea, dentro de un mismo lugar de trabajo.
  • Prohibir, limitar o condicionar el desarrollo profesional o laboral, restringiendo la autonomía económica.
  • Sustraer los ingresos, así como impedir o prohibir su administración.
  • Proveer en forma diminuta y fraccionada los recursos necesarios para el sustento familiar.

El Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, atiende este tipo de violencia en los Centros Emergencia Mujer, fuente en la que el Observatorio Nacional sustenta la investigación, cuyos resultados presentamos a continuación, de manera breve.

Tipos violencia económica atendidos en los CEM

Según los registros de los CEM, en los años 2017 y 2018 atendieron 15 013 nuevos casos de violencia económica en todo el país. Esta cifra representa el 4,6 % del total de casos de violencia económica atendidos en los CEM. Siendo que el CEM atiende diferentes tipos de violencia, se pudo observar que este tipo de violencia está unida a otros tipos de violencia como la física, psicológica y sexual.  Es la violencia física la que más se cruza con la económica (39,5%).

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Entre los tipos de violencia más atendidos, está la evasión del cumplimiento de sus obligaciones alimentarias (45%) que las afecta en todo su ciclo de vida.

Sin embargo, dentro de este grupo, las más afectadas son las personas entre los 30 a 59 años (2 776 mujeres). A este tipo de violencia le sigue la limitación de recursos económicos destinados a satisfacer sus necesidades y la pérdida, destrucción, apropiación y retención indebida de objetos, instrumento de trabajo, documentos de personales, bienes, valores y derechos patrimoniales.

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¿Quiénes son las víctimas de violencia económica?

El 87% de casos atendidos correspondió a mujeres y (13%) a varones. Las mujeres que más sufrieron violencia económica tenían entre 30 a 59 años de edad (50,1%) seguido del grupo de edad de 0 a 17 (13%) y de 60 años (6%).

Las niñas, niños y púberes (1 220) personas cuyas edades estaban entre 0 a 11 años, sufrieron violencia por evasión de obligaciones alimentarias. Por su lado, el grupo de 12 a 17 años (658) adolescentes sufrieron también este tipo de violencia.

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Si vemos las edades de las mujeres que sufren violencia económica, se podría estar hablando de mujeres en edad de desarrollo productivo, y con relaciones de pareja. En el caso de los niños y adolescentes podría atribuirse este tipo de violencia a la negación de manutención por parte del progenitor.

¿Quiénes son las personas agresoras?

De un lado, quienes ejercen violencia contra las mujeres cuyas edades están entre los 18 a 59 años, es su pareja o ex pareja (83,2%), el conviviente (39,0%), el ex conviviente (34,6%) y el cónyuge (21,5%). Las personas adultas mayores de 60 a más también sufrieron violencia económica por parte de un familiar varón (4,5). Por otro lado, las mujeres también ejercieron violencia (5%). En este caso la mayor frecuencia de agresiones son de mujeres de 39 a 59 años, quienes ejercieron violencia contra personas de 18 a 59 años (40,5%).

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Si revisamos el vínculo familiar entre la persona agresora y la víctima, concluiremos que es el padre el que ejerce violencia sobre las mujeres (47,4%) especialmente en los grupos de edad de 0 a 17 años, y la madre (6,1%).

En el caso de los hombres, el agresor es un mismo hombre (78%), cuya edad está entre 39 a 59 años, y la víctima es un hombre de 60 a más años (1,6%). La frecuencia se repite con relación a la edad de la victimaria y de la víctima en el caso de las mujeres agresoras (22%) ejercieron violencia en (59%) de personas cuyas edades estaban entre 18 a 60 años.

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¿Cuáles son las manifestaciones de violencia económica de pareja o expareja?

Se ha encontrado que, la violencia económica se expresa en la evasión del cumplimiento de las obligaciones alimentarias (33,3%), en la limitación de recursos económicos destinados a satisfacer sus necesidades (26,4%) y (10%). en la pérdida, destrucción, apropiación y retención indebida de objetos, instrumento de trabajo, documentos de personales, bienes, valores y derechos patrimoniales.

Los mayores agresores son los hombres (95%) cuyas edades están entre los 30 y 59 años (51,6%) y los hombres entre los 18 a 29 años (31,6%). El principal agresor es el conviviente (30,0%), los ex convivientes (34,6%) y los cónyuges (21,5%).

En el caso de los hombres, el 7,4% es violentado por su pareja (35,2%), su exconviviente (35,2%) y su conviviente (20,4%). El mayor tipo de violencia sufrida por los hombres es la pérdida, destrucción, apropiación y retención indebida de objetos, instrumento de trabajo, documentos de personales, bienes, valores y derechos patrimoniales (31,5%) y es ejercida por su pareja de 30 a 39 años.

Un dato que nos ha llamado la atención, es la asociación de la violencia económica con características de tentativa de feminicidio asociado a la violencia económica. Se ha registrado 40 casos en que 33 de estos presentaba violencia económica con violencia psicológica y física.

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Violencia económica por parte de familiares

Si revisamos el vínculo familiar entre la persona agresora y la víctima, vemos que es el padre el que ejerce violencia sobre mujeres (47,4%) especialmente en los grupos de edad de 0 a 17 años, y la madre 6,1% y, se concentra en las edades de 0 a 15 años.

En el caso de los hombres sufren violencia familiar económica por evasión del cumplimiento de sus obligaciones alimentarias (40,1%), la limitación de los recursos económicos destinados a satisfacer sus necesidades (24,4%) y la privación de medios indispensables para vivir una vida digna (11,6%). Esto se da con mayor frecuencia en las edades de 0 a 17 años.

Violencia económica en personas con discapacidad

Los CEM atendieron 217 casos de violencia a personas con discapacidad. De este total sufrió violencia por parte de un familiar (54,8%) y por parte de su pareja (41,9%).

¿En qué regiones de país se ejerce mayor violencia económica?

En el ámbito nacional podemos decir que es Lima Metropolitana donde se registra más casos de violencia económica (27.7%) seguido de Arequipa (7,3%), Puno (5,8) y Lima provincias (5,8%).

En zona rurales se ubica Huánuco (10,4%) seguido de Junín (9,9%), Cusco (7,5%) Cusco (7,5%) Ayacucho (6,9%), Ancash (6,8) con mayor incidencia de violencia.

En las zonas urbanas son las provincias de Lima Metropolitana (30,7%), Arequipa (8,1%), Puno (6,4%) Lima provincia (6,3%) Piura (4,8%) donde se han registrado más casos.

Se ha encontrado también información sobre violencia económica a mujeres migrantes (1%) de los casos atendidos. Las más violentadas con las mujeres de Venezuela (44,4%), Colombia (15,3%) Bolivia (9,7%) Ecuador (5,6%).

¿Qué podemos decir con relación a los hallazgos?

El estudio nos ha servido también para encontrar patrones que pueden repetirse, tendencias o reglas que expliquen el comportamiento según los datos y los contextos en los que se produce la violencia. Nos ayudan a clasificar el riesgo y a esbozar predicciones respecto al problema.

En el caso de las mujeres . La violencia económica muestra  un riesgo moderado (52,0%).

Con relación a las características de la víctima y su victimario: es una mujer entre los 30 a 59 años de edad, quien la agrede es un hombre de 30 a 59 años, con el que tiene un vínculo relacional de pareja. Entre los factores de riesgo están el acceso que tiene el agresor a la víctima, consumo de alcohol, tiene conducta vigilante y/o celos patológicos. Por su parte, la víctima presenta vulnerabilidad, dependencia económica y síndrome de indefección.

En el caso de niñas y niños. La víctima tiene entre 6 a 11 años, su presunta persona agresora es un hombre o mujer (por cada 4 hombres agresores hay una mujer agresora). La edad del o la agresora es de 30 a 59 años, es su padre o madre. Entre los factores de riesgo se han determinado el acceso, la vulnerabilidad y el síndrome de indefección.

En el caso de los ancianos. La víctima es mayor de 60 años, la presunta persona agresora es una mujer u hombre, que puede ser un hijo o hija. Entre los factores de riesgo, está presente conductas de crueldad, desprecio y falta de arrepentimiento.

Violencia Económica Patrimonial_47En conclusión, la información especializada sobre la violencia económica y/o patrimonial que afecta mujeres, y personas en situación de vulnerabilidad, busca despertar el interés de los y las operadoras de las políticas de violencia contra las mujeres y la población en situación de vulnerabilidad a tomar medidas para prevenirla en la relación de pareja y en el entorno familiar.

Mayor información sobre el estudio, puede encontrarlo en la siguiente dirección:

Violencia económica: ¿quiénes son las víctimas y cómo les afecta?

  • Elaborado por:  Susana Zapata



Violencia simbólica: se impone gracias al lenguaje que persuade y ordena

violencia simbólica

Introducción

La violencia simbólica se impone gracias al lenguaje que persuade y ordena, nos dice Violeta Barrientos Silva, en la larga conversación que tuvimos en el Observatorio, sobre este tipo de violencia naturalizada, y tan presente en nuestra vida cotidiana. A continuación, una reflexión de lo que significa y cómo el lenguaje moldea las relaciones entre hombres y mujeres, en las relaciones  familiares  y de pareja.

¿Qué es la violencia simbólica?

La violencia simbólica tiene que ver con los mensajes, creencias, normas de derecho y religiosas que poco a poco generan una situación de poder de un individuo sobre otro que luego todo el mundo acepta, hasta los propios subordinados. Es lo que ocurre en el racismo y el sexismo que llegan a interiorizarse. La violencia simbólica se impone gracias al lenguaje que persuade u ordena y así genera una creencia y conductas que pueden ser discriminadoras, prejuiciosas y generadoras de estereotipos.

La sociedad y el Estado hacen que las personas seamos aleccionados a través de mandatos legales, educativos y religiosos, pero también a través de mensajes dados por los medios y el mercado hacia conductas determinadas que pueden ser excluyentes. Así, por ejemplo, mediante el poder del lenguaje se nos ha persuadido (gracias a la publicidad, los estímulos del mercado) o impuesto (gracias a la ley del estado o la ley divina) creencias racistas o sexistas. Todos estos mensajes llegan a la familia y a los individuos que los interiorizan.

¿La familia es un espacio donde se genera y reproduce violencia simbólica?

Sí. Mediante los discursos en su interior que se reproducen de generación en generación. Por ejemplo, roles que deben aprender los niños y niñas, roles que asumen los padres. En la familia nuclear y en la extendida se generan muchos prejuicios, sobre todo de varones hacia mujeres o prejuicios respecto a los jóvenes, a las personas con discapacidad, a los adultos mayores. Se producen disputas de poder.

La familia, al igual que otros espacios, es un lugar donde se aprende; si tengo un modelo de padre no violento y responsable, puede que mis probabilidades de aprender de él sean más altas. O de pronto vivo con una madre soltera que pese al prejuicio contra ella me da mensajes no machistas. Es decir que a la familia llegan mensajes que son asimilados o también resistidos (reproducidos) por sus integrantes.

“En la familia nuclear y en la extendida se generan muchos prejuicios…”

La violencia simbólica es lo que no se ve ¿cómo se expresa en la relación de pareja?

No confundamos a la violencia simbólica con la violencia psicológica, la violencia simbólica implica conductas que se interiorizan por los mensajes que recibimos de diversas fuentes y que se hacen costumbre e incluso son aprobados socialmente. Esto puede hacer por ejemplo hasta hoy, que los varones de la familia, así como la sociedad piensen que las mujeres deben hacer las tareas domésticas, cuidar de los enfermos y de los ancianos todo el día, sin considerar tiempos de descanso ni que ellos pueden compartir estas tareas.

¿Cómo este tipo de violencia se expresa en la violencia física hacia las niñas y niños?

Se expresa en la creencia de que, por ejemplo, el castigo es bueno para el aprendizaje. Incluso cuando no se aplica la violencia física, se aplica la violencia psicológica, maltratando al niño o niña, como un “inferior” por su edad. Esto es muy delicado. Tanto niñas y niños pueden estar limitados por la ley como menores de edad, pero hoy tienen derechos que los protegen porque las vivencias a temprana edad pueden ser muy distintas. Hay niños muy precoces y que se han hecho adultos por experiencias de vida particulares. Entonces se trata de respetar al niño o niña sin minusvalorarlo por su edad.

¿Cómo se expresa la violencia simbólica en el abuso sexual intrafamiliar?

La familia no significa que uno es propietario de las personas que la componen que no tendrían derecho a su propia opinión, privacidad y libertad personal. Sin embargo, hasta las propias normas de derecho alguna vez consintieron estos abusos que se “normalizaron” entre la población. Por ejemplo, el Código penal hasta 1984 decía que una violación sexual podría remediarse si es que la víctima se casaba con el agresor. O sea que un posible delito fundaba una familia. De esta manera la cuestión quedaba subsanada, y esto porque antaño la virginidad o castidad de la mujer (y solo la de la mujer) era el bien más preciado que ofrecer en un matrimonio, pues la mujer era considerada un bien de intercambio para generar alianzas. Entonces ella misma no disponía de su libertad personal y cuerpo. También estaba aceptado que, al interior de cualquier familia, nadie se metiera pues era territorio del jefe de familia. Así, a nadie se le ocurría pensar que podía haber abuso sexual contra la esposa.

“…hasta las propias normas de derecho alguna vez consintieron estos abusos…”

Lamentablemente, aunque las normas legales cambiaron, queda un aprendizaje cultural que perdura. El racismo y el clasismo también han tenido mucho que ver. La creencia de que unas personas dominan a otras porque saben más, porque tienen más dinero, nos hace repetir conductas de abuso que vienen desde la Colonia. De ahí que, en algunas familias, por ejemplo, se tengan miembros próximos a ella que vienen de provincia, tratados como sirvientes, sin ningún respeto hacia ellos, a sus cuerpos o a su privacidad. Y se considera normal porque la violencia simbólica provoca justamente ese efecto, hace perdurar viejos moldes culturales y costumbres por mucho que las leyes cambien.

¿Qué mitos y estereotipos atribuibles al género reproducen la violencia en la familia?

Por lo general los mitos y estereotipos se fabrican más hacia quienes están abajo en un eje de dominación para mantener las cosas como están. Lo peor es que para que permanezcan inmutables se cree en que hasta son biológicos o genéticos. Hace tiempo, por ideas racistas, se pensaba que “los indios” estaban para el trabajo físico y no intelectual porque así era su biología. Nada más falso. A Dios gracias, esas ideas fueron siendo superadas, pero, así como el racismo, el sexismo permanece aún vigente.

El mito o el estereotipo son falsas ideas que todos conocemos; para empezar la división sexual del trabajo, es decir que las mujeres hagan trabajos no pagados o de menor importancia que les ocupa todo el tiempo y que los hombres asuman tareas pagadas, de más responsabilidad y con horarios es una forma de violencia que ha privado a las mujeres de recursos económicos por siglos. Estas creencias se han introducido en todas las esferas, hasta en las mismas mujeres que tienen poder político. De allí el pensar, por ejemplo, que la mujer es la única responsable de la familia. No es extraño ver que las mujeres con cargos públicos como primera cosa se definan como “madres”, mientras que no vemos a ningún hombre en un cargo público que se asuma así.

Otro gran eje de mitos y estereotipos ha sido la sexualidad, haciendo creer que, por ejemplo, los varones “necesitan” por su fisiología, de aventuras sexuales, pornografía o prostitución, incluso varones casados, y están hechos para la calle, mientras que las mujeres no tienen iniciativa y tienen en lugar de sexualidad, un “instinto maternal”, y están hechas para la casa. Esto ha generado muchísimas tensiones en las parejas por siglos. Entonces, los mitos o estereotipos permiten hacernos una falsa idea de lo que son ciertas personas haciéndolas inferiores, restándoles derechos y capacidad, lo que genera discriminación y violencia contra ellas.

¿De qué manera estos se convierten en exigencias para las relaciones con la pareja y los hijos/as?

La violencia simbólica al ser un fenómeno social, también rodea a la pareja y a la familia. Cuando aprendemos a ser hombres o mujeres, según nuestra cultura, hay una serie de exigencias para ello que luego repetimos al interior de nuestra familia, que las imponemos a nuestra pareja o hijos/as. Así, hasta que –en algunos casos- por alguna razón, algún integrante de la pareja o la familia cuestiona estas prácticas. La educación, el derecho, los discursos religiosos, la publicidad, los medios, nos influyen todo el tiempo dentro y fuera de nuestras casas y es a nosotros y nosotras evaluar de modo crítico qué aceptamos reproducir y qué no. Si no me gusta el sexismo en la publicidad o medios, no veo tal o cual programa, no consumo tal o cual producto. De ahí la importancia de contar con distintas opciones y no de salir a comprar una lonchera y ver que todas son rosadas.

¿Dónde se encuentran las raíces de la violencia simbólica que construye las diferencias entre hombres y mujeres?

Principalmente en la cultura y la comunicación. Los seres humanos tendemos a tejer costumbres y discursos a partir de una realidad. Por ejemplo, ante una realidad de productos vegetales, hemos inventado una forma de cocinar y una gastronomía. Estamos reelaborando constantemente la realidad mediante lo cultural. Entonces, ante una realidad corporal en que las mujeres eran las capaces de estar embarazadas y portar crías, mientras los varones podían fecundar a varias mujeres a la vez, se estructuró una cultura que podía dar lugar, por ejemplo, a que el varón pudiera tener varias esposas a la vez, teniendo un poder sobre ellas. O, por ejemplo, sobre esa realidad biológica de la mujer, las sociedades consideraron que las mujeres no tenían que educarse pues su función era meramente procreativa. Así nuestras abuelas eran analfabetas y llegaban a tener más de diez hijos y no les alcanzaba la vida sino para cuidarlos. Eso no significaba que la mujer no tuviera más capacidades para ello, sino que se la confinaba a solo un rol. Esto es una violencia estructural que empobreció a la mujer económicamente al no tener trabajo ni educación, y también le impidió llegar a posiciones de poder político o a ser creadora artística o intelectual. Este es un gran déficit histórico del que hay que recuperarse lo antes posible.

¿Cómo podemos generar cambios en una sociedad, que acepta y naturaliza la violencia simbólica?

Ya han visto que los mandatos legales son importantes, pero no bastan. Se trata de inculcar nuevos hábitos, discursos, presencias allí donde hubo ausencias. Hay que recalcar entonces la importancia, por lo tanto, de los productos mediáticos con mensajes alternativos a cualquier tipo de discriminación sexista, racista o clasista, de los productos de mercado, de la publicidad, de los discursos educativos y hasta religiosos para contribuir a no naturalizar más la violencia. Ya ha ido ocurriendo respecto a un país que interiorizó muchas jerarquías raciales y que ha ido evolucionando hacia un mayor respeto de unos/as y otros/as.

Otra cuestión muy importante es la recuperación de voces, de una mayor visibilidad de quienes han estado ausentes de la historia, imposibilitados de generar su propia auto representación, o sea de decir qué son sin que lo tenga que decir un estereotipo por ellos. Y me estoy refiriendo no solo ya a las mujeres sino a otros grupos que, por su cultura, idioma, origen fueron también violentados en este país siendo aún la mayoría.

  • Entrevista: Susana Zapata