Quemaduras y delitos de odio contra las mujeres
Entre las modalidades de violencia a las mujeres vamos a destacar en esta nota las quemaduras que realizan los hombres hacia las mujeres en un contexto de violencia de género. Esta modalidad merece un análisis especial, por su capacidad potencial de destrucción de los cuerpos y el impacto simbólico que produce en la sociedad. El fuego, al ser un agente de alta combustión, ocasiona lesiones graves y puede producir la muerte a la víctima o dejarla discapacitada.
La legislación
La legislación peruana, en el art. 108° del Código Penal, menciona el ataque con fuego como un agravante al homicidio calificado, siempre y cuando ponga en peligro la vida y la salud de otras personas, y lo castiga con una pena privativa de la libertad no menor de quince años. Sin embargo, el Código Penal comentado menciona que el uso del fuego confiere una modalidad de asesinato que está asociado a la crueldad, entendida como la circunstancia en las que se provoca dolor y sufrimiento a la víctima de manera innecesaria, demostrando ensañamiento.
El hombre que usa el fuego como medio para agredir a una mujer, tiene además el objetivo de destruir su cuerpo, provocarle una discapacidad física, una discapacidad social y lesiones psicológicas de gran impacto que en muchos casos no tienen recuperación, en caso que sobreviva al ataque. Por ello, estas acciones deberían tipificarse como feminicidio o como tentativa de feminicidio.
Impacto
Aún no se cuenta con bibliografía especializada que aborde la violencia de género asociada a las lesiones provocadas por fuego y el impacto que tiene en la vida de las mujeres, pero no es difícil concluir que este tipo de agresión deja serias consecuencias en la salud física y en la salud mental de las mujeres como cambios en la personalidad que perduran en el tiempo después de una experiencia catastrófica como el haber sido víctima de quemaduras.
Según el CIE-10, código F62.0, codificación internacional que se da a los trastornos mentales, la situación extrema vivida por la víctima, duraría al menos dos años. La magnitud de los daños es equiparable a los efectos que produce la tortura, un desastre, la cautividad y otras experiencias vitales límite[1].
Causas
Este tipo de violencia contra las mujeres, ejercida por los hombres es producto del fracaso en los intentos de someterlas, controlarlas y castigarlas porque desobedecen el mandato masculino. Demuestran una conducta misógina, que se evidencia en la necesidad de exhibir públicamente los métodos correctivos de destrucción de los cuerpos de las mujeres.
Este es un mensaje a la población sobre la posición de la mujer en la sociedad como un objeto de propiedad del que se puede prescindir, reducir, discapacitar y en definitiva, destruir con el fuego el cuerpo negado.
Datos
Las estadísticas presentadas por el PNCVFS-MIMP a través de los Centros Emergencia Mujer entre enero de 2009 y marzo de 2018 registran 24 casos de mujeres que fueron asesinadas con fuego, y 39 mujeres que han sobrevivido a este tipo de agresión.
En ambos casos, la mayoría de los agresores mantenían un vínculo relacional íntimo con la víctima, vale decir que eran esposos, ex esposos, pareja, ex pareja, novio, ex novio, amante o ex amante de la víctima, y en menor medida los agresores eran de su entorno familiar, aunque recientemente se presentó el caso de una joven quemada por un acosador.
Marcando distancias
Lo cierto es que si los hombres emiten un mensaje de exhibición pública ejemplificadora para controlar a las mujeres, estas por su parte, a través de las movilizaciones están comunicando un mensaje de no tolerancia a la violencia.
Sin duda la violencia contra las mujeres no tiene impacto sólo en las mujeres vulneradas cuyos cuerpos fueron quemados y marcados por el fuego, tiene también un alto costo social, sanitario y económico para la sociedad, que nos reta a avanzar en investigación especializada y en acciones concretas desde la política pública, para sancionar y generar cambios.
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[1] El trastorno se caracteriza por una actitud hostil y desconfiada hacia el mundo, aislamiento social, sentimientos de vacío o de desesperanza, y una sensación crónica de “estar al borde”, como si se estuviera constantemente amenazado y enajenado. Este tipo de cambio de la personalidad puede ser precedido por un trastorno de estrés postraumático CIE-10 Сódigo F62.0 para Cambio perdurable de la personalidad después de una experiencia catastrófica